martes, 6 de mayo de 2014
No perdonar obstaculiza la Oración
Quien intenta orar a Dios con espíritu enojado, con un corazón sin reconciliarse y con cuentas pendientes con su prójimo, está esforzándose en vano. Porque los rencores, las amarguras y la acritud quebrantan la ley de la oración.
Ciertamente la ley de Cristo en relación con la oración es rígida y exigente. Ella va al corazón y demanda que el amor fraternal sea entronizado allí.
El sacrificio de la oración tiene que ser sazonado y perfumado con amor; un amor que permanezca en el corazón, en la mente y en el alma.
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